Arrebatos Carnales
De la sucia mente de Davo | Día 21.12.09 | Acerca de: arrebatos carnales, carlota, maximiliano, todos los días llegan alguna vez
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Mediático fenómeno, masivo y comercial, Max, no creas todo lo que lees con tus ojos negros, porque desde que ves al mundo con ellos tantas cosas han cambiado....
Advenedizo, como Luis Napoleón, la blasfemia encarnada en él, en Francisco Martín, Francisco tenía que ser. De todo el asco que nos produjeron los negros mientras tuvimos ojos para verlos no podría describir el asco que me producen sus deducciones y sus fantasías, productos de su reprimida sexualidad, al relacionarte, Max, qué atrevimiento, con negros, con negros senegaleses, qué asco, al llamarte sodomita. Osa decir que el Conde de Bombelles y tú los rentaron, a esos negros, y da medidas exactas. Yo soy una muerta que habla, pero no creo que el Conde hable después de muerto, mucho menos si murió antes de nuestra luna de miel. Si no habla, tampoco compra esclavos.
Si bien no me pueden preguntar a mi, que compartí contigo la cama menos tiempo que las chinches de Querétaro, que le pregunten a Amelia Braganza o que revivan a Concepción Sedano, que ha de estar revolcándose en su tumba, para preguntarle de los muchachitos que, supuestamente, perseguías; que le pregunten a Paula Von Linden, que esas perras le digan al mundo la clase de sodomita que eras; que traigan al Archiduque del Baño, hermano Luis Víctor, para que les diga cómo viene de familia eso de los arrebatos, para que diga quién fue el sodomita de los Habsburgo.
Que me pregunte a mí, a mí que cargué en mi vientre a Maxime Weygand, dónde y cuándo me hizo suya Alfred Van der Smissen; porque sólo yo sabría decir cómo y porqué lo hizo, y que no confunda a mi Coronel con ningún Jean... Jean no existe. Ven, Barón de Nadie y de la Nada, tú, que no eres nadie, enfréntame loca en mi Castillo de Bouchout, dime a la cara que estoy fingiendo, que comí mi mierda por ocultar a Weygand y que bebí durante 60 años de las fuentes de Roma por guardar las apariencias; dime que Max, mi Max, me obligó a comerme las alfombras y a pasar las noches con las piernas abiertas masturbándome. Pregúntale a Pío IX, Martín Moreno, si yo fingí meter mis manos en su chocolate, pregúntale a Napoleón si también fue falsa su indignación y el desmayo de Eugenia, esa pretenciosa, cuando les grité hasta de lo que se iban a morir, o cuando fingí hacerlo, como dices que hice. Pretendes vender morbo porque sabes que es lo que estos indios que me envenenaron comen, pretendes que mis sábanas testifiquen para hincharte de dinero. ¿Qué diría Porfirio Díaz si supiera que estabas bajo su cama espiándolo? Haría lo mismo que Juárez hizo con Max: te mataría.
Ferdinand Maximilian Joseph von Habsburg-Lothringen, Archiduque de Austria, Príncipe de Hungría y de Bohemia, Virrey del Lombardovéneto, Conde de Habsburgo y Príncipe de Lorena, Emperador de México y Rey del Mundo, no prestes atención a las injurias de una víbora con la que ni López se equipara, peor que el indio Juárez, y tal vez de su familia, y peor que la muerte sin fin que me mantuvo con la mirada fija hasta 1927.
***
Es increíble cómo estamos tan hundidos en la ignorancia que cualquier morbosidad idiota que nos venden la compramos y nos la tragamos. No, puto, no estuviste "debajo de la cama de don Porfirio".
Todos los días llegan alguna vez, el día de volverse loco. El día de Max y Carla, ¡ah!, y el aventurero cualquiera...
Ferdinand Maximilian Joseph von Habsburg-Lothringen, Archiduque de Austria, Príncipe de Hungría y de Bohemia, Virrey del Lombardovéneto, Conde de Habsburgo y Príncipe de Lorena, Emperador de México y Rey del Mundo, no prestes atención a las injurias de una víbora con la que ni López se equipara, peor que el indio Juárez, y tal vez de su familia, y peor que la muerte sin fin que me mantuvo con la mirada fija hasta 1927.
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Es increíble cómo estamos tan hundidos en la ignorancia que cualquier morbosidad idiota que nos venden la compramos y nos la tragamos. No, puto, no estuviste "debajo de la cama de don Porfirio".
Todos los días llegan alguna vez, el día de volverse loco. El día de Max y Carla, ¡ah!, y el aventurero cualquiera...